LAS FAMILIAS DEL MOTOR: LOS PORSCHE

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Cuando hace unos meses escribí sobre el origen de las marcas de los coches, pudimos ver que muchas de ellas llevan el nombre de sus fundadores. Son apellidos que han pasado a la historia, tomando vida propia independiente de sus creadores. Pero no dejan de ser corporaciones, muchas de ellas familiares, cuyas acciones aún se mantienen en manos de los descendientes. Uno de los casos más paradigmáticos sería el de la familia Porsche.

El apellido Porsche y la industria automotriz alemana están íntimamente ligados. No sólo por la creación de la empresa de automóviles deportivos Porsche, si no por ser el alma mater del gigante Volkswagen. El fundador de la saga fue Ferdinand Porsche, que había nacido en 1875 en lo que hoy es actualmente la ciudad checa de Liberec. De familia germanófona, siempre se sintió atraído por la fabricación de automóviles. Sus inicios profesionales se orientaron a la energía eléctrica, presentando con 25 años en la Exposición Universal de París de 1900 el Lohner-Porsche, un vehículo propulsado por cuatro motores eléctricos.

Como el joven apuntaba maneras, en 1905 fue laureado con el Premio Poetting dedicado a los más sobresalientes diseñadores de coches, y en 1906 fue contratado por Austro-Daimler para dirigir el departamento de diseño. Cuatro años después, presentaría el modelo A-D, un deportivo de líneas aerodinámicas con un motor de 85 CV que, pilotado por él mismo, arrasó en la carrera Príncipe Heinrich de 1910.

Durante la siguiente década, se concentró más en la industria bélica para la que diseñó motores de avión, camiones, cañones motorizados,… Esos trabajos le permitieron relanzar su carrera profesional obteniendo importantes ascensos y el doctorado Honoris Causa de la Universidad Técnica de Viena.

Durante los años veinte, Porsche siguió diseñando automóviles deportivos con los que competía en las carreras más importantes con el mítico Sascha, que venció en 43 de 51 pruebas. Pero en 1923 comenzó a tener diferencias con los directivos de Austro-Daimler y decidió marcharse fichando por Mercedes. En la marca de la estrella, Porsche cosechó éxitos como el SSK o el SSKL.

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Con nefastas consecuencias políticas, la Gran Depresión tuvo un brutal impacto en Alemania. Como consecuencia de ello, a los 55 años terminó por perder su empleo. Aquello, en vez de hundirlo, le dio ánimos para fundar en 1931, por su propia cuenta y riesgo, su empresa de diseño e ingeniería, «Ing hcF Porsche GmbH». Para la misma contaría con antiguos compañeros de sus anteriores trabajos, además de varios parientes como su yerno -el abogado Anton Piëch- y su hijo -Ferry Porsche-.

Gracias a la profesionalidad del estudio de diseño de Porsche, fueron muchos los encargos que recibieron. Entre ellos destacan los encargos de Wanderer -compañía que se fusionó con Auto Union, germen de la actual Audi- o del fabricante de motocicletas Zündapp, que quería entrar en el mercado de los coches.

Pero tras finalizar una colaboración con NSU de un modo bastante abrupto, apareció en escena Adolf Hitler con su encargo del  «volkswagen» o «coche del pueblo». Porsche siempre ha sido retratado a nivel político como un cándido, con lo que parecen fuera de toda duda sus tendencias apolíticas. A pesar de ser acusado de nazi -no hay que olvidar que también trabajó en el desarrollo de tanques y vehículos anfibios artillados- tan sólo se preocupaba de los problemas de ingeniería, sin importarle mucho quien gobernase.

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Contando con la financiación del estado alemán, Hitler le encargó la realización de ese vehículo del pueblo. La premisa es que fuese un automóvil familiar para cuatro personas, con un motor refrigerado por aire y capaz de alcanzar los 100 kilómetros por hora. El proyecto fue aprobado en 1937 y para iniciar su producción construyó en Wolfsburg una gran factoría.

Como ya hemos dicho anteriormente, durante la guerra la fábrica de Porsche se dedicó a la fabricación de material bélico terminando por ser destruida en 1945. En paralelo, finalizada la guerra, Ferdinand Porsche, su hijo Ferry, y su yerno Anton Piëch fueron invitados a Francia por las autoridades del país con la idea de fabricar un coche similar al Volkswagen en Francia. Aprovechando su estancia en territorio francés, los gobernantes decidieron arrestarles y encarcelarles en la fortaleza medieval de Dijon, acusados de utilizar mano de obra esclava durante la guerra.

Ferry Porsche fue liberado muy pronto, pero su padre y su cuñado estuvieron encarcelados sin juicio previo por un período de dos años, durante el cual el fundador de la dinastía fue obligado a trabajar en diseños para Renault.

Mientras tanto, Ferry luchó por recuperar la compañía y obtener el dinero con el que pagar la fianza de 500.000 francos que habían fijado los franceses para liberar a cada uno de sus parientes. Gracias al diseño del 360 Cisitalia, Ferry pudo obtener el dinero para liberar a sus familiares. Pero los dos años de duro presidio mermaron mucho la salud de su padre. Al regresar al trabajo, el doctor Porsche revisó los diseños de su hijo y declaró orgulloso que él no podría haberlo hecho mejor.

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En junio de 1948 presentaron el primer Porsche 356, basado en el Volkswagen que la gente empezaba a llamar Escarabajo. El renacimiento de la empresa se llevó a cabo en la localidad austríaca de Gmünd, para luego regresar a Stuttgart en 1949, lugar donde aún se localiza su sede.

En esa misma época, Ferdinad Porsche también fue contratado por Volkswagen -revitalizada e impulsada por el ejército inglés- como ingeniero consultor y obtuvo regalías por cada unidad comercializada del Escarabajo. Pero no pudo disfrutar mucho tiempo de aquella bonanza económica, ya que a finales de 1950 sufrió un infarto cerebral que lo llevó a la muerte.

Su legado quedó en manos de su hijo Ferry, incansable trabajador e inteligente empresario. Él fue quien se encargó de convertir en mito la empresa de automóviles deportivos Porsche que había heredado de su padre. Hasta 1962, fueron miles los Porsches 356 que fabricaron, dominando todas las competiciones deportivas. Pero en ese año, tras la presión de sus clientes y seguidores, presentaron el Porsche 911. Diseñado por Ferdinand Alexander Porsche III -conocido en la familia como Butzi-, el hijo de Ferry creó una de las grandes leyendas del siglo XX.

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Para embarullar algo más el complejo árbol genealógico, en 1964 empezó a trabajar en la compañía como responsable de motores otro Ferdinand -en este caso, Ferndinand Piëch-, el hijo de Anton Piëch y Louise Porsche. Este sobrino de Ferry, quizás el más famoso de la tercera generación del clan, dejó la compañía en 1972 para irse a Audi, de donde terminaría siendo presidente-director general en 1989. Durante todo ese período de tiempo la relación entre Porsche -dirigida por su primo Butzi- y Audi fue muy estrecha. Y aún más lo sería cuando Piëch fue nombrado todopoderoso presidente de Volkswagen.

Con la intención de que el imperio no quede disgregado, hace unos meses se hizo público su testamento que impide que sus numerosos hijos despilfarren sus acciones. Para mantener la unidad a su muerte, los títulos serán controlados por dos fundaciones y sus vástagos no podrán venderlas. De ese modo se demuestra que el legado que le dejaron sus antecesores, y que tanto le ha costado a él encumbrar, está por encima del cariño paterno-filial.