Prueba del Audi Q5 Hybrid

Los partidarios de los coches ecológicos siempre tratan de convencerme de que, con el uso habitual que hago de mi vehículo particular, me convendría adquirir un modelo híbrido. Yo siempre les contesto que no soy partidario de ese tipo de automóviles, ya que me parecen más las pegas que las ventajas. Creo que mis argumentos son conocidos por todos los lectores: son un quiero y no puedo creados para salir del paso hasta que se diseñen baterías con autonomías aceptables y tiempos de recarga más breves. Mientras tanto, los fabricantes, que no quieren verse relegados a un segundo plano en esta revolución tecnológica, están ofreciendo unos modelos basados en tecnologías preexistentes, con la intención de dar al mercado coches que contaminen menos, aparentemente eléctricos pero que no se detengan a los 150 kilómetros de haber empezado el viaje. Pero volviendo a las recomendaciones de mis conocidos más geeks y ecologistas, vamos a ver los motivos por los que me aconsejan que me compre un híbrido. Básicamente porque mis recorridos diarios en automóvil son siempre muy repetitivos, siendo exclusivamente para ir y volver al trabajo.  Al ser una ruta totalmente urbana de unos cuatro kilómetros de distancia, muchos piensan que si tuviese un híbrido la gasolina que mueve el motor de explosión se me acabaría caducando en el tanque de combustible. En los próximos párrafos verán que las opiniones de muchos pueden estar equivocadas al no estar fundamentadas en pruebas válidas.
Con ambos motores colocados uno detrás de otro, el Audi Q5 Hybrid se encuadra en el tipo híbrido en paralelo, pudiendo funcionar en modo eléctrico, en modo gasolina o en modo mixto. El de propulsor convencional es un 2.0 TFSI que unido al motor eléctrico es capaz de desarrollar una potencia máxima de 245 CV. Con 480 Nm de par motor, el automóvil es espectacularmente potente si no nos importan mucho los distintos y novedosos modos de funcionamiento. No es mi caso, ya que cuando conduzco un híbrido quiero experimentar la mayor parte del tiempo la vertiente eléctrica. Excepto en el momento de arrancar -ni siquiera sabía si el motor estaba arrancado o no- y maniobrar en el aparcamiento –es innegable que la sensación es tan suave y silenciosa que da la impresión de que estuviesemos andando en bicicleta-, el resto del tiempo casi nunca conseguí circular exclusivamente en el modo eléctrico.
En teoría, el Audi Q5 Hybrid puede rodar en modo eléctrico durante tres kilómetros a una velocidad que no exceda de los 60 kilómetros por hora, pero por más que lo intenté no fui capaz de recorrer esa distancia sin que interviniese el motor de combustión. Tal vez se debiese a que, cuando iba en eléctrico, a nada que le exigía un poco más de la cuenta al pedal del acelerador, el propulsor de gasolina se conectaba entendiendo que necesitaba de su apoyo para obtener potencia adicional. Por eso mismo, no he podido recorrer más de 500 metros impulsado exclusivamente por la batería.

Foto de los flujos de potencia y energía del Audi Q5 Hybrid.

Un punto muy destacado es el momento en que le exiges al Q5 una aceleración muy fuerte, activando el modo boost. Se obtiene una aceleración momentánea espectacular utilizando la potencia de ambos propulsores en conjunto. He de reconocer que en ese momento sí que disfruté; aunque no más de lo que lo hago cuando piso el acelerador a fondo -con la palanca automática en la S- de un Q5 3.0 TDI de 240 CV y siento cómo empuja el vehículo.
Audi ha orientado su primer modelo híbrido a un cierto tipo de clientes muy concienciados con el medioambiente, que tal vez se plantearían la adquisición de un motor diésel como el 3.0 TDI, pero que una gran parte de sus recorridos son en ciudad. En ese tipo de trayectos, el consumo de combustible y de emisiones de CO2 baja ligeramente respecto al diésel equivalente. Es más: si el comprador sobretodo utiliza el automóvil en carretera, es probable que el consumo sea hasta más alto. A nivel interior, destacan los gráficos integrados en el ordenador a bordo y en la pantalla del MMI que nos muestran los flujos de potencia y energía utilizada. En naranja cuando el motor que se utiliza es el de explosión y en verde el eléctrico. Aunque queda muy bonito y le da un aspecto muy tecnológico a la telemetría, distrae mucho ya que los conductores normales suelen concentrarse en ver cuando está funcionando en modo eléctrico y cuando en modo gasolina.
Como conclusión, tras haber probado este híbrido en un recorrido de 100 kilómetros, sigo reafirmándome en mi opinión sobre este tipo de vehículos: a día de hoy, ninguno de los existentes me convence. Tal vez en un futuro se fabrique un modelo que permita una conducción eléctrica real circulando con normalidad por ciudad y que recargue la batería durante el tiempo de uso del motor de gasolina. Mientras tanto, seguiré con uno convencional.