Consideraciones psicológicas a tener en cuenta justo en el momento antes de comprar un coche nuevo

Aunque suene un poco ampuloso, no pretendo escribir un tratado de psicología. Tan sólo quiero ayudar a los lectores que se encuentren inmersos en el proceso de compra de un coche nuevo, con la idea de que reflexionen un poco antes de tomar una de las decisiones económicas más trascendentales de su vida.

Como ya he dicho en otras ocasiones, la adquisición de un vehículo, tras la de la vivienda, es la segunda transacción más importante de una familia de nivel medio. Como a casi nadie le sobra el dinero, la decisión debe ser racional y bien meditada. Con esto tampoco quiero asustar a nadie. No hay ninguna obligación de mantener un determinado tiempo un automóvil si este no nos gusta o no nos satisface por completo. Si tras unos meses con el coche nos encontramos con que no estamos contentos con él, podemos cambiarlo por otro asumiendo que vamos a perder dinero.

El consejo más importante, el más básico, el que siempre doy a los amigos que me preguntan, es que no sean impulsivos. Una vez que han visitado varios concesionarios de distintas marcas, es probable que ya puedan realizar una primera criba. Dependiendo de la mentalidad de cada uno, incluso alguno puede estar ya dispuesto a decantarse por un modelo en concreto. Si ya han leído los consejos que doy para realizar la compra, ahora nos encontraríamos en el momento previo a realizar el pedido del vehículo. Y eso nos puede llevar a precipitarnos porque estamos en el punto más difícil de la toma de decisión, aquel en que todos sentimos el impulso de realizar la compra sin más dilaciones. Total: el automóvil nos gusta y el precio nos cuadra. Es entonces cuando debemos refrenarnos y controlar el impulso de decirle al vendedor que nos quedamos con él.

Es conveniente que actuemos sin prisa, que nos marchemos a casa y que meditemos sobre todos los flecos que pueden haber quedado sueltos. Hay que tener en cuenta que si nos dejamos enredar por un buen comercial, su trabajo consiste precisamente en vendernos el coche que a él le interesa lo más rápido posible. Hoy en día las marcas y las concesiones fijan objetivos mensuales y los vendedores están muy presionados por esos objetivos a corto plazo. Siempre es mejor para ellos cerrar la operación en una visita que en cuatro. Por eso debemos intentar alejarnos de su influencia para poder pensar con frialdad.

¿Es el vehículo que realmente necesito? ¿Le falta alguna opción que con el tiempo pueda echar de menos? ¿Es el mejor precio que puedo conseguir? Con un poco de introspección, en un par de días se pueden realizar esas reflexiones. Sólo cuando no quede ninguna duda, entonces podremos lanzarnos a firmar el contrato de compraventa.

Si no podemos contestar a las preguntas anteriormente enunciadas porque necesitamos más tiempo, nos tomaremos el que haga falta. Pero debemos asumir que las ofertas son cambiantes, con una vigencia limitada en el tiempo, y corremos el riesgo de no poder acogernos a una buena. Si somos indecisos, lo primero que hay que hacer es tomar conciencia de que es posible que perdamos oportunidades. Sin embargo, incluso aunque el automóvil valga más caro, creo que es mejor tomar una decisión de la que al final no nos tengamos que arrepentir.