Seis diferencias entre los coches americanos y los europeos

A raíz del artículo de ayer sobre el Salón de Detroit, he estado reflexionando acerca de los coches americanos y sus grandes diferencias respecto a los europeos. Gracias al cine nos parece que conocemos perfectamente sus automóviles, pero eso no es así ya que, salvo los que han viajado a Estados Unidos, casi nadie se ha montado o ha podido conducir un vehículo americano.

Quiero avisar de antemano que este post se va a articular sobre un entramado de generalizaciones y percepciones personales. Por su propia naturaleza, las excepciones serán habituales y existirán muchos casos que no concuerden o que contradigan lo expuesto por mí. No pretendo realizar un estudio científico, ni elevar a categoría de verdad absoluta lo que simplemente van a ser humildes opiniones:

  1. El tamaño: a simple vista lo primero que llama la atención a cualquier persona que no entienda de coches es el tamaño. Los vehículos norteamericanos son mucho más grandes que los europeos. Son los inventores de las limusinas enormes, de los todoterrenos desproporcionados y de los pick up XXL. A ellos les gustan los automóviles grandes porque son muy ostentosos y les parecen más cómodos. A lo largo de esta entrada veremos que una de las cosas que más demandan es el confort. Para que un modelo de gran tamaño no sea un engorro es necesario circular por carreteras anchas, rectas, poco sinuosas. Y que las ciudades fomenten el tráfico rodado, construyendo anchas avenidas de varios carriles y buenos sistemas de aparcamiento público.
  2. Motores potentes: al ser uno de los países con mayores reservas de petróleo, los combustibles tradicionalmente han sido muy baratos. Por eso apenas se venden mecánicas diésel, decantándose casi todo el mundo por motores V6 o V8, en contraposición a los cuatro cilindros tan típicos de Europa. Además, los propulsores favoritos -de gasolina y alta cilindrada- suelen ser más sencillos, más fiables y más fáciles de reparar que los de aquí. Salvo los más concienciados con el medioambiente –propietarios de híbridos y eléctricos-, cualquier persona normal y corriente conduce vehículos de 4.000 centímetros cúbicos, sin plantearse nociones tan arraigadas en Europa como el consumo de combustible.
  3. Cambios automáticos: la gran mayoría de los automóviles que circulan en Estados Unidos son automáticos, siendo meramente testimonial el número de unidades con cajas de cambios manuales. Debido a su obsesión por el confort, no creo que haya prácticamente nadie que sepa manejar una palanca de cambios manual.
  4. Suspensiones muy blandas: con la intención de que se absorban con extrema suavidad los baches y las irregularidades del terreno, sus vehículos tienen comportamientos dinámicos penosos. Los yankis huyen de las amortiguaciones rígidas tan necesarias para una conducción deportiva en una sinuosa carretera europea. Como ya se habrán percatado los lectores, en materia automovilística sus niveles de exigencia no son muy altos.
  5. Materiales de baja calidad: los coches americanos suelen ofrecer muy malas calidades. Están acostumbrados a desplazarse en automóviles aparentes pero muy mal terminados, con plásticos pobres, de tacto desagradable y con bastantes desajustes. Justo lo contrario que en Europa donde se demandan mejores acabados. Sin embargo, unos materiales peores no implican el que sean menos duraderos. Por el contrario, una de las cosas que más buscan es que el vehículo aguante el mayor tiempo posible en un estado razonable. Y cuando se cansan de él lo ponen a la venta porque siempre habrá alguien dispuesto a comprarlo. Con un mercado de ocasión muy dinámico, todo el mundo puede adquirir uno acorde a su presupuesto.
  6. Normativa menos exigente que en Europa: las leyes de homologación y seguridad que obligan a los fabricantes en Estados Unidos son mucho más permisivas que en Europa. Por eso da el caso en determinadas ocasiones que coches que en Europa son rechazados por no cumplir con los tests de seguridad, allí gocen de la máxima puntuación.