MINI COUNTRYMAN: EL GORDITO DE LA CLASE

Si algo ha caracterizado siempre a la marca Mini es el tamaño reducido. Los Minis clásicos eran extremadamente pequeños y muy ágiles. Quien haya visto la primera versión de la película The Italian Job, la de 1969, habrá podido ver la mítica secuencia –recreada también en el remake de 2003- en la que unos cuantos Austin Mini Cooper S circulaban por las aceras de la ciudad, por una estación de metro, saltaban obstáculos, bajaban escaleras,… Cuando BMW decidió revivir el mito y comercializar de nuevo los modelos de la marca británica, los coches se actualizaron sin perder su aire pop y deportivo. Pero a cambio tuvo que aumentarlos de tamaño para adecuarse a las necesidades actuales. Ligeramente más grandes, pero igual de proporcionados.

Escena con un Austin Mini Cooper S de la película de 1969 The Italian Job. Foto: imcdb.org

Es obvio que la talla media en occidente ha aumentado y que hoy en día la gente es más alta y corpulenta que en los años 60. Por otra parte, no se puede vender un vehículo de calle que sea muy incómodo ya que nadie lo adquiriría. Además, los posibles clientes se han acostumbrado a una serie de elementos de confort que no son compatibles con el estilo utilitario del automóvil. Algo que los diseñadores de Mini tienen claro es que no van a cambiar la forma de pensar de los compradores. Si los clientes se quejan de que tienen poco espacio para ir cuatro personas, no se les puede decir que tal vez el Mini no sea adecuado para ellos. De lo que se trata es de vender y vender, incluso a individuos que no lo necesitan.

Foto: www.motorspain.comEl Countryman es la respuesta a esos requerimientos de espacio tan solicitados por los propietarios de un Mini, que quieren interiores muy espaciosos en coches pequeños. Una solicitud inviable mientras no se pueda conducir en el interior de un agujero negro. Si usted quiere un utilitario, pero necesita amplitud interior y cuatro puertas, no queda más remedio que hacer crecer al vehículo.

Este Mini «supuestamente todoterreno» ha sido concebido para ofrecer a los compradores esas comodidades. Es el primero de la marca que supera los 4 metros de longitud y permite la homologación de cuatro o cinco plazas, dependiendo de la configuración que se elija.

Exteriormente parece un Mini normal, pero más gordo. Como esos niños con excesivo sobrepeso, que parecen mayores que el resto. Podríamos decir que el Mini Countryman padece obesidad mórbida, ya que su apariencia exterior se ve superada por su desproporcionado gigantismo. No quiero tampoco que se me entienda mal. El automóvil no es enorme. Con 4,097 metros y una altura libre al suelo de 0,149 metros, no es ni muy grande ni muy alto, aunque sí que es más holgado por dentro que sus hermanos pequeños.

Otro de los elementos estilísticos de este coche, impuestos por la creencia de que los clientes buscan espacio y versatilidad, se centra en un aspecto que está muy de moda: la modularidad. Los asientos traseros pueden desplazarse individualmente hasta 13 centímetros para aumentar el hueco para los ocupantes o para el maletero, según los usos puntuales. Además, existe una consola dispuesta longitudinalmente a modo de carril central en la que se pueden ir acoplando distintos dispositivos como apoyavasos, fundas de gafas, ganchos para colgar bolsas, huecos para cajas de pañuelos,…

El puesto de conducción está colocado más alto que en los modelos pequeños, lo que hace que muchos crean que es un todoterreno. Es cierto que el nombre de Countryman también influye en el error. Ni por la separación de los bajos respecto al suelo, ni por el tipo de rueda, ni por el sistema de tracción –que sólo es a las cuatro ruedas en las versiones Cooper D y Cooper S-, nos encontramos ante un modelo con capacidad para circular con solvencia fuera de la carretera. Quizás no sea este un gran problema ya que quien se decanta por este vehículo no va a salirse nunca del asfalto.

Foto: www.motorspain.com

Una de las cosas que más me decepcionó al probar el Mini de tres puertas, modelo Cooper SD de 143 CV, fue la deficiente instrumentación. Pues al Countryman le sucede lo mismo. Cuando se decidió resucitar al modelo, se tenía la premisa de que debía ser lo más fiel posible a su versión precedente. Por eso, en lugar de cuadro de mandos, un gran reloj velocímetro se ubicó en el centro del salpicadero. De hecho, en caso de que se equipe un navegador, la cartografía se representa en el interior del reloj, empeorando aún más la visibilidad de la velocidad a la que se circula. Además, en la parte inferior de la consola central, bajo el velocímetro, se dispone una hilera de palanquitas para manejar una serie de dispositivos como los elevalunas. A algunos les puede parecer muy retro, con el sabor «mod» del alocado «Swinging London» de los sesenta, pero su nula ergonomía convierten la manipulación de esos botoncitos en algo muy peligroso si se hace en marcha ya que hay que agacharse, apartando momentáneamente la vista de la carretera.

Tras este pequeño repaso, ¿a alguien le queda dudas de que el automóvil no me convence? No obstante, quiero hacer constar que el Mini de tres puertas sí que me agrada. Para mí, es coqueto y deportivo. De hecho, ahora que tan de moda está el «vintage», es uno de los coches que menos necesita cambiar o evolucionar para mantener unos volúmenes de ventas aceptables, ya que aunque se quede antiguo no pierden ni un ápice de encanto. Como he dicho en otra parte del artículo, el Countryman me parece un concepto equivocado y de estética controvertida. Si realmente le atrae la magia de un Mini, resígnese a disponer de un vehículo pequeño, angosto, cómodo sólo para dos personas y con un maletero en el que le cabrá lo justo para un fin de semana. Otra cosa distinta serán los experimentos más o menos exitosos de los fabricantes. Y ya sabemos lo que se suele decir: los experimentos con gasesosa.