Las diferencias en las valoraciones de los coches usados

Gracias a los muchos lectores que me preguntan sobre las tasaciones de sus coches usados, he podido comprobar que cada vez más se está produciendo un fenómeno curioso: la percepción por parte del propietario del valor de un vehículo de segunda mano no coincide casi nunca con su valor real. Aunque parto de la base de que el ojo del amo engorda al caballo, veo que las cifras difieren excesivamente respecto de lo que dicta la lógica.

Antes de nada debería explicar la forma en que se obtiene el precio de un automóvil de ocasión. Teniendo en cuenta que los bienes como los coches se desgastan y averían con el uso y el paso del tiempo, es más fácil de entender el motivo de las depreciaciones. Por eso mucha gente emplea una regla por la que toman el valor de nuevo de ese vehículo y le aplican una devaluación mayor o menor en función del tiempo transcurrido desde su fabricación y la demanda que tiene ese mismo modelo en el mercado de ocasión. Una persona razonable debería pensar que si compró un Volkswagen Golf por el que pagó 18.000 euros hace ocho años, no puede pretender que valga hoy 15.000 euros por muy bien cuidado esté.

Es mucho más común de lo que parece que la gente no recuerde –o no quiera recordar- el precio que pagó por su automóvil cuando era nuevo. Al ser preguntados suelen dar una cifra inflada, que no se corresponde con la que pagaron realmente. Además, suelen tener una tendencia a no considerar los descuentos y promociones comerciales que les aplicaron al matricularlo. Siguiendo el ejemplo anterior, el propietario diría que su coche costaba 21.000 euros, cuando realmente la factura total no excedió de 18.000 euros. Esto hace que se produzca un desfase de partida que distorsiona por completo la percepción. El mercado no es tonto y nadie va a querer soltar más dinero por algo que no lo valía ni en el momento de la matriculación. Y no olvidemos que, al final, el precio es lo que alguien está dispuesto a pagar por ese bien. Por mucho que nos empeñemos, por muy cuidado que esté, por muy pocos kilómetros que tenga, no seremos capaces de venderle a nadie nuestro Golf de 2004 por 15.000 euros.

En España somos excesivamente individualistas y solemos ir por libre. Por eso pensamos que tenemos derecho a una mayor ganancia o a una menor pérdida que el resto. A pesar de que no tiene la más mínima lógica si lo analizamos desde un punto de vista de eficiencia económica, muchos queremos adquirir el automóvil nuevo más barato y que nos valoren el usado a un precio muy elevado. Pasado el tiempo, cuando el coche envejezca y decidamos renovarlo de nuevo, volveremos a plantearnos esta curiosa teoría de la máxima eficiencia en la asignación de los recursos a nuestro favor. Lo que nadie tiene en cuenta es que, para que alguien gane mucho, otro tiene que perder también mucho. Si yo me empeño en que me paguen 15.000 euros por un vehículo que no lo vale, tendré que engañar a alguien que trague con el precio excesivo.

Coches usados en feria - Foto: www.autocity.com

Otro caso que se repite más de lo que parece es el de aquellos que compraron el coche por encima del mercado y pretenden recuperar la diferencia a costa de otro incauto como ellos. Conozco un caso de un hombre que compró un Mercedes SLK de segunda mano. Aunque tenía buena apariencia, el vehículo era bastante antiguo, con un cierto tufillo a kilómetros retocados, con lo que no valía más de 2.500 euros. Pero el propietario confesó haber pagado 10.000 euros por él y lo quería vender unos meses después por lo mismo que había soltado él.

La situación económica no ayuda nada a que haya una uniformización de los precios. No sólo porque mucha gente vende sus automóviles por necesidad, con lo que buscan la mayor cantidad posible para cubrir deudas y resolver problemas; sino porque hay ciertos establecimientos de compraventa que venden «hierros» que deberían haber pasado a mejor vida hace mucho tiempo, sin ningún tipo de garantía, por 1.000 o 1.500 euros. A mi modo de ver no lo veo correcto, pero en su descargo hay que decir que no están haciendo otra cosa que satisfacer unas necesidades existentes, no creadas por los vendedores. Todos saben de mi poco gusto por este tipo de transacciones que son una fuente de problemas para ambas partes, pero entiendo que hay personas con bajos ingresos que necesitan un coche y que no puede pagar más que una cantidad pequeña. Lo penoso de este tipo de operaciones es que el precio de coste de esos vehículos no suele superar los doscientos euros, así que los beneficios son elevadísimos.

Para complicar aún más la cosa, varias marcas están aplicando una serie de ofertas comerciales haciéndolas pasar por un trasunto del extinto Plan Renove. Realmente ese dinero ofrecido a cambio del automóvil usado, que en algunos casos llegan a los 3.000 euros, proceden del descuento del modelo nuevo. Sin embargo, la gente cree que realmente su coche viejo aun mantiene un valor. Incluso hay fabricantes que no requieren ni el achatarramiento del usado, pidiendo tan sólo la presentación de una fotocopia del permiso de circulación en donde figura la fecha de matriculación.