LAS FAMILIAS DEL MOTOR: LOS AGNELLI (II)

El domingo pasado escribí sobre la fundación de la FIAT al albur de la labor emprendedora del primero de los Agnelli, Giovanni, el creador de la saga y el que convirtió a la fábrica de coches turinesa en una de las empresas más importantes de Italia. Conforme el negocio crecía, el patrimonio de la familia Agnelli aumentaba. Y, por encima de todo, despunta Gianni, l´Avvocato.

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El otro día terminé el post explicando que tras el fallecimiento de Giovanni Agnelli, el destinado a sucederle era Gianni Agnelli, su nieto. Tras la muerte de su padre Edoardo en accidente de aviación, el legatario era el joven Giovanni, conocido en familia como Gianni. Sin embargo, no se encontraba preparado para hacer frente a sus responsabilidades. Por eso decidieron que se hiciese cargo interinamente del negocio el fiel Vittorio Valletta.

Como en las novelas de Mario Puzo, el joven heredero del clan tenía que madurar y prepararse para afrontar el reto que el futuro le deparaba como «padrino» del clan familiar. Y mientras él se formaba, la sociedad italiana comenzaba a cambiar. El que antaño había sido un país derrumbado, hundido por una dura posguerra, empezaba a reanimarse. Los años cincuenta fueron los de la reconstrucción y los sesenta los del boom económico. Durante ese tiempo, Gianni y su mujer se dedicaron, entre otras muchas cosas, a relacionarse con las más importantes personalidades internacionales. Gracias a sus excepcionales dotes sociales, trabaron una extensa red de influencias en el mundo de la cultura, la política y los negocios. Entre sus muchas amistades destacan políticos como Henry Kissinger, Fidel Castro o Nikita Kruschev, e intelectuales como Andy Warhol o Truman Capote.

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Con 45 años, Gianni reclamó el poder convirtiéndose en presidente del grupo el 30 de abril de 1966. Una época de esplendor en la que modelos como el Fiat 500, el Fiat 600 o el Fiat 1100 se convertían en éxitos de ventas en un país próspero que popularizó los coches para la clase media. Pero no sólo se especializó en fabricar vehículos populares. Uno de sus primeros golpes de efecto fue la compra en 1969 del 50% de las acciones de Ferrari.

La gran estrategia de l´Avvocato fue la diversificación. No sólo aumentó las ventas de los modelos que fabricaban, si no que compró una serie de marcas de prestigio que le permitieron expandirse. Su primer y fallido intento fue la adquisición de Citröen, vetada por el gobierno francés. Pero su gran invención, que le permitió internacionalizar la FIAT, fue la cesión de licencias a terceros para que fabricasen sus automóviles. De estos acuerdos nacieron marcas emblemáticas como Seat en España o Lada en la Unión Soviética. Otras empresas del sector como Alfa Romeo, Lancia, Iveco o Magneti Marelli, terminaron por pertenecer a la órbita del ya gigante automovilístico.

Se puede decir que la diversificación llegó a tal punto que, a su muerte, el Grupo FIAT se había convertido en un clúster con 569 empresas, muchas de ellas totalmente ajenas al mundo del automovilismo. Desde que se convirtió en presidente, gustaba de la vida ordenada y metódica, algo que transmitía a sus negocios. Acostumbraba a levantarse siempre a las 6:30 de la mañana y lo primero que hacía era llamar a su periódico La Stampa para que le informasen de las últimas noticias. Pero ese no era su único medio de comunicación, ya que también era accionista del mítico Il Corriere della Sera. A nivel finaciero, ostentaba la presidencia de Ifi, así como de varias compañías de seguros. Otro de los destacados negocios de la familia son los grandes almacenes La Rinascente, la versión italiana de El Corte Inglés. Y qué decir de las legendarias bodegas Chateau Margaux.

Gianni supo capear todo tipo de temporales al mando de su nave. Tras la bonanza de los sesenta, la economía pegó un giro radical en los años setenta con la crisis del petróleo, que golpeó gravemente a los fabricantes de coches. FIAT se encontraba al borde de la bancarrota y Agnelli contrató al duro Cesare Romiti para que le ayudase a sanear los números rojos. La misión principal era cerrar las filiales en el extranjero para salvar a las empresas italianas pidiendo un préstamo a Muammar el Gadaffi. Al final consiguieron mantenerse en el negocio pero a costa de despedir a un tercio de la plantilla. Esas medidas no cayeron nada bien en España, donde Agnelli colocó Seat al INI, dejando un agujero de 100.000 millones de pesetas.

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Gianni Agnelli, como todos los grandes empresarios, fue temido, admirado y odiado a partes iguales. Su nombre producía respeto en el panorama empresarial europeo, acostumbrado a figuras grises y oscuras. Su impactante presencia inspiró y marcó modas como la de llevar el reloj por encima del puño de la camisa, costumbre que hizo que las camisas italianas llevasen unas pequeñas trabillas en el puño para que este no se moviese.

El icono del estilo se había convertido en el presidente todopoderoso que cualquier gran corporación necesita si quiere expandirse. Un hombre inteligente, sagaz, imaginativo, bien relacionado, que heredó las dotes emprendedoras de su abuelo y que fue capaz de acrecentar el emporio que le habían legado sus antepasados.

Seguro que los lectores que buscaban un novelón lleno de tragedias se preguntarán que dónde están los fallecimientos dramáticos, las enfermedades fulminantes y los accidentes misteriosos. Eso lo dejamos para la próxima entrega.

Continuará…

Las familias del motor: los Agnelli (I)

Las familias del motor: los Agnelli (III)