Los nuevos clásicos

Todos sabemos que el tiempo pasa, se escurre entre los dedos como arena seca, el jodío. Lirismos aparte, el inexorable paso del tiempo hace que los modelos de coche que salieron a la calle anteayer y ayer eran una patata, hoy alcancen el reducido Olimpo al que acceden unos pocos elegidos; se conviertan en modelos clásicos. Por eso, debemos dar los honores merecidos a los coches con los que crecimos.

Ya han llegado allí. Cuando yo comencé a tener uso de razón, los clásicos eran los coches de los cincuenta y sesenta, y algunos de los setenta; pero pocos. Hoy, veinte… bueno, casi treinta años después, los coches más corrientuchos de mi época infantojuvenil peinan canas. Por eso los pequeños (y no tan pequeños) utilitarios de los ochenta y primeros noventa molan, otra vez.

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El más venerable de todos ellos es el Seat 131, especialmente los Mirafiori. Era un coche de abuelo marchoso o de uno que había estado trabajando en Suiza (de aquella, cuando se podía) pero se sentía deportivo. Y si no, el 124, otro clasicazo de la misma casa. Cuentan con una pujante horda de aficionados que lo han convertido en claros casos de vehículos de coleccionismo.

El Cuatro latas y el Dos caballos, para otro día

Mi favorito es sin duda el Renault 5, modelo que aún no ha explotado del todo como objeto de culto, pero lo hará. Digno sucesor del Mini como objeto del deseo de otra generación de nostálgicos, quién puede resistirse a sus formas, epítome de los primeros ochenta. Chiquito pero matón, sobre todo el Copa Turbo, cuyas modificaciones darían grandes momentos de gloria a grandes como Carlos Sainz.

En unos años veremos llegar la nueva edad de oro del Volkswagen Golf, si algún día dejan de fabricarlo, avariciosos. Me refiero, claro está, a los Golf I, de aire soviético, y a los Golf II. Su inigualable imagen frontal recuerda fiestas, piques, rollos, en fin, la juventud. Sencillo, fiable y algo bronco, sobre todo el GTi. Qué carácter.

Lo mismo ocurrirá con el Seat Ibiza. Qué moderno que se precie de serlo podrá resistirse a su aire retro, a sus líneas rectas, a su interior absurdamente amplio y feo a partes iguales. Más allá de la calidad del vehículo, michas veces es el icono lo que triunfa, y la primera generación del Ibiza lo es, seguro. Así que, si tiene uno, de acuerdo, hoy por hoy todavía es un trasto. Pero guárdelo bien y espérese, espérese cinco años… o diez…