PRUEBA DINÁMICA EN TODOTERRENO

El Land Rover Defender, protagonista de la prueba

Una buena forma de disfrutar del ocio en verano puede ser la de hacer una ruta por parajes de díficil acceso a bordo de un todoterreno. Con esa intención, el otro día nos encaminamos hacia los Picos de Europa a bordo de un Land Rover Defender de un amigo, con el que pensábamos comprobar un axioma que es cada vez más cierto: si un buen vehículo se cuida con esmero y se realiza el mantenimiento adecuado, tiene que funcionar correctamente durante mucho tiempo.

En concreto, el Land Rover que estuvimos probando es un 4X4 matriculado en el año 1993, pero que todavía puede dar mucho de sí. En concreto, el propietario del mismo lo sigue utilizando para moverse por su finca con gran comodidad. Aprovecho esta afirmación para traer a colación uno de los principios básicos que nunca me canso de repetir: analice sus necesidades. En el caso concreto del propietario del Land Rover, pese a que cuando lo compró fue su vehículo principal, al cumplir el octavo año de uso, lo sustituyó por un turismo. Pasó entonces el Defender a una situación de semirretiro, con la intención de usarlo sólo para moverse por su finca por pistas forestales, por caminos de tierra, en algunas ocasiones llenos de barro y para desplazarse de una zona a otra con algún cazador durante las monterías que organizan, siempre fuera de asfalto. Como es evidente, en función de este uso, no sería muy inteligente por su parte comprarse un Porsche Cayenne o un Audi Q7 para esas labores, ya que el Land Rover Defender es mucho menos delicado y puede ser sometido a condiciones más extremas, incluso salvándole de muchos apuros gracias al bloqueo de diferenciales y al uso de reductoras.

Llegada al Refugio de Áliva

La prueba se inició por una carretera nacional de dos sentidos en dirección a los Picos de Europa. En este caso, que iba de acompañante, he de reconocer que el tipo de suspensión que equipa, pensada para el off-road, balancea en exceso, llegando a ser un poco mareante en carreteras sinuosas como la del Puerto de San Glorio, con muchas curvas entrelazadas.

Otra vista del Land Rover Defender

El interior de este mítico todoterreno es espartano y sobrio, ya que su diseño se orienta sobretodo al uso profesional e, incluso, militar. De hecho, carece de plazas traseras para poder tener mayor espacio de carga, y goza de unos bancos corridos a los lados, que, pese a no haber visto la ficha técnica, no creo que estén homologados para su uso.

Una vez franqueado el Puerto de San Glorio, ya en el lado cántabro, tras visitar Potes y comer allí, nos encaminamos por las pistas ganaderas que inician el ascenso al Refugio de Áliva. El camino es hermosísimo, por caminos bastante bien acondicionados, de gravilla, sin apenas roderas. Para subir en verano es espectacular, pero en invierno se llena de neveros y se vuelve impracticable. En este terreno, ya más duro y escarpado, el Defender se comportó con total solvencia demostrando agarre al piso y potencia de sobra para encararse con las rampas más complicadas.

La suspensión, que como dije antes me resultó incómoda en carretera, se reveló con un tarado adecuado y ajustado para el uso en el campo, absorviendo con facilidad las irregularidades del terreno. Dado que el camino estaba seco, y la gravilla bastante compactada –salvo en zonas de menos tránsito ganadero, en donde la grava del camino se convertía en pedregales llenos de cantos rodados-, no hizo falta cambiar la configuración de serie del vehículo. De hecho, la prueba estaba planteada simplemente como excusa para pasar un día en el campo, y no teníamos planeado someter al coche a grandes excesos. Pero si se hubiese tratado de una prueba dinámica con la intención de comprar el automóvil, tendríamos que haber chequeado más en profundidad el vehículo en superficies con mayores probabilidades de deslizamientos, con más barro, o incluso vadear un arroyo para ver cómo se comporta el vehículo en esas condiciones.

Fotografía de una de las pistas por las que se transitó en la prueba.